PROGRAMA DE PUESTA EN VALOR DEL PARQUE LEZAMA
LA RECUPERACION DEL UNICO ESPACIO VERDE DE SAN TELMO INCLUYE SU ENREJADO PERIMETRAL
El futuro del Parque Lezama está en su historia
La obra se iniciará en 2009 y recuperará la fisonomía del parque en los años ’30, pero le agregará juegos y un solarium. Estará enrejado y habrá cámaras de seguridad.
Arriba, el Parque Lezama desde la esquina de Brasil y Defensa. Abajo, cómo quedará tras la remodelación.
Por Eduardo Videla
El Parque Lezama, emblema de San Telmo y monumento histórico nacional, tendrá una nueva imagen, similar a la que vieron algunos porteños hace más de siete décadas –en los tiempos de esplendor de ese espacio verde– pero con nuevos elementos, adecuados a los usos actuales. Recuperación de fuentes –una de ellas tapada con cemento– y de caminos internos cuyo trazado se perdió en sucesivas reformas; el reemplazo del asfalto negro y el cemento por la grava compactada y el retorno a menor escala de la antigua rosaleda –de la que los vecinos con más años conservan algunas fotos–, van a convivir con los nuevos juegos, diseñados para niños y adultos mayores, un solarium y una bicisenda exterior, todo coronado por un perímetro de rejas a semejanza de la que el parque tuvo en su origen en 1931. El proyecto contempla también un sistema de cámaras de seguridad para monitorear cada área mediante un circuito cerrado. El proyecto fue presentado la semana pasada a asociaciones vecinales, que manifestaron su aprobación. “Están muy entusiasmados con la propuesta”, dijo a Página/12 el director de Proyectos de Espacios Verdes, Tomás Palastanga. La licitación está prevista para la segunda mitad de 2009 y el plazo de ejecución se estima en 18 meses. Al menos su primera etapa, se estima, debería estar terminada para la celebración del Bicentenario de la Revolución de Mayo.
El Parque Lezama, casi ocho hectáreas ubicadas en el perímetro de Brasil, Defensa, Martín García y Paseo Colón, es uno de los espacios verdes degradados de la ciudad. La necesidad de una intervención para su recuperación, sumada a su condición de monumento histórico nacional (esa barranca, se estima, habría sido escenario de la primera fundación de Buenos Aires) hicieron que no se optara por una simple remodelación o por el diseño de un nuevo proyecto: los responsables del trabajo encararon una verdadera investigación histórica y arqueológica, que incluyó desde excavaciones en busca de los antiguos recorridos internos y de rastros de los materiales utilizados, hasta el hallazgo de los planos de los sucesivos diseños, incluido el que dibujó Carlos Thays –el paisajista francés autor de los espacios verdes más emblemáticos de la ciudad– en 1904.
Por eso, la memoria del proyecto –a la que accedió Página/12– incluye un verdadero archivo de fotos periodísticas de distintas épocas con un relato histórico visual de la vida del parque. Allí puede verse la reja original, instalada en parte por quien fue el dueño de ese espacio en los primeros tiempos de la ciudad, el empresario y coleccionista salteño Gregorio Lezama. Otras imágenes dan cuenta de la remoción de la reja, en 1931.
Lezama y su familia vivían en la casona que hoy es sede del Museo Histórico Nacional, en los altos del parque, que en esos tiempos eran los jardines de la vivienda. Cuando el dueño de casa falleció, en 1894, su esposa vendió la propiedad al Estado, que lo transformó en un parque público: para eso decidió sumar la barranca y los terrenos bajos, que por entonces era una suerte de pradera no parquizada.
Fue así como en el momento de apogeo del parque –al menos en la visión de los autores del proyecto– se sumaban en el diseño dos estilos: por un lado, los jardines de la casona de Lezama, de estilo inglés –construidos por su jardinero, un hombre de origen holandés– y el sector nuevo, que fue pensado por Thays, que incluyó la mencionada rosaleda y una extensa pérgola, sobre la calle Martín García.
El trabajo de recuperación del parque, a cargo de la ciudad, tiene un punto en común con la administración nacional: va de la mano con el proyecto de ampliación del Museo Histórico, que hoy carece de espacio para exhibir buena parte de su colección. “Por eso el proyecto se hizo en consulta con las autoridades del museo, además de la Comisión Nacional de Monumentos Históricos”, precisó Palastanga. El Lezama es desde 1997 monumento histórico nacional y no se le puede hace ninguna modificación a su fisonomía sin el visto bueno de esa comisión.
El trabajo de investigación, a cargo de la arquitecta Ana María Ricciardi, incluyó “la identificación, a través de fotografías de época, de las distintas especies de plantas que habían sido traídas desde Europa por Lezama, así como un relevamiento de las obras artísticas existentes”, explicó Ri-cciardi. También se calculó la altura y el ancho de la copa de cada árbol del parque.
Este trabajo permitió recuperar información relevante, aunque no toda va a ser utilizada en la reconstrucción. Por ejemplo, no estará la elegante confitería que construyó Thays en el centro del parque, a semejanza de la que edificó en el parque Tres de Febrero. Pero sí podrán rescatarse los grutescos, como se denomina a las barandas con forma de troncos, pero de cemento, que acompañaban los senderos del parque y los miradores situados en el sector alto, que fueron reemplazados por construcciones de otro estilo.
El archivo y los testimonios permitieron recuperar también parte de la historia del parque, como que fue escenario de festejos de fin de año y de los carnavales para el vecindario de San Telmo, un barrio que es la patria del candombe porteño. Todo ese patrimonio intangible estará reunido en un centro de interpretación, debajo de la terraza que comunica el parque con el museo. Allí también estará el centro de monitoreo desde donde se seguirán las imágenes generadas por las cámaras de seguridad.
Arriba, el patio tendrá un nuevo solado, de ladrillo prensado a máquina, como fue en su origen, y será apto para realizar muestras artísticas.
“El parque está ubicado en un sitio estratégico, que comunica con la Costanera Sur y el barrio de La Boca, y además es cabecera en el eje de la calle Defensa , que comunica con Plaza de Mayo”, destaca la arquitecta Ricciardi. Esa es una de las razones por las cuales se incorporará a un circuito de bicisenda en comunicación con la Reserva Ecológica y Caminito, pero que no ingresará al parque.
“El desafío del proyecto es armonizar los elementos que fueron emblemáticos para el parque con los nuevos usos: juegos para niños, integradores para chicos con otras capacidades, la calesita existente, un rincón de títeres y un solarium”, agrega la encargada del proyecto.
Los caminos internos, que en su origen fueron realizados con grava de río apisonada y hoy están sepultados o cubiertos de asfalto, van a recuperar su fisonomía original, salvo en la llamada Avenida de las Palmeras, de mayor tránsito, donde se instalarán los puestos para artesanos: allí el piso será de un concreto asfáltico biodegradable, un producto nuevo en el mercado que tiene aglutinantes sin solventes.
Como los caminos de grava no se adaptan al alto tránsito ni a usos exigentes, los autores del proyecto piensan prohibir la utilización de tablas de skate.
Los trabajos de recuperación demandarán 18 meses a partir del comienzo de la obra, previsto para el último trimestre de 2009. Como la idea es no cerrar el parque mientras se llevan a cabo los trabajos, se prevén tres etapas: la primera, en el sector de Brasil y Paseo Colón; la segunda, en el sector central, y la última, en la zona que da a la avenida Martín García.
La primera incluye la recuperación del anfiteatro, con su fuente (hoy desactivada) y el retorno de la reja y los portales, “que serán semejantes pero no una copia de los originales”, según Ricciardi, y que estarán emplazadas sobre una base de cemento de 70 centímetros . Aunque parece ser la propuesta más controvertida del proyecto –en algunos barrios los vecinos no quieren que enrejen sus parque– en este caso “apoyan la propuesta, ya que garantiza el cuidado del patrimonio”. La última etapa, en tanto, comprende la construcción de la rosaleda, la pérgola, los juegos y el solarium.
Durante las tres etapas se llevará a cabo la restauración de estatuas, copones y monumentos –algunos están enrejados, otros guardados en un depósito– y la recuperación de especies arbóreas, aunque “sería imposible volver a tener la cantidad con la que contó el parque en su origen”, aclaran los autores del proyecto.
El Parque Lezama, casi ocho hectáreas ubicadas en el perímetro de Brasil, Defensa, Martín García y Paseo Colón, es uno de los espacios verdes degradados de la ciudad. La necesidad de una intervención para su recuperación, sumada a su condición de monumento histórico nacional (esa barranca, se estima, habría sido escenario de la primera fundación de Buenos Aires) hicieron que no se optara por una simple remodelación o por el diseño de un nuevo proyecto: los responsables del trabajo encararon una verdadera investigación histórica y arqueológica, que incluyó desde excavaciones en busca de los antiguos recorridos internos y de rastros de los materiales utilizados, hasta el hallazgo de los planos de los sucesivos diseños, incluido el que dibujó Carlos Thays –el paisajista francés autor de los espacios verdes más emblemáticos de la ciudad– en 1904.
Por eso, la memoria del proyecto –a la que accedió Página/12– incluye un verdadero archivo de fotos periodísticas de distintas épocas con un relato histórico visual de la vida del parque. Allí puede verse la reja original, instalada en parte por quien fue el dueño de ese espacio en los primeros tiempos de la ciudad, el empresario y coleccionista salteño Gregorio Lezama. Otras imágenes dan cuenta de la remoción de la reja, en 1931.
Lezama y su familia vivían en la casona que hoy es sede del Museo Histórico Nacional, en los altos del parque, que en esos tiempos eran los jardines de la vivienda. Cuando el dueño de casa falleció, en 1894, su esposa vendió la propiedad al Estado, que lo transformó en un parque público: para eso decidió sumar la barranca y los terrenos bajos, que por entonces era una suerte de pradera no parquizada.
Fue así como en el momento de apogeo del parque –al menos en la visión de los autores del proyecto– se sumaban en el diseño dos estilos: por un lado, los jardines de la casona de Lezama, de estilo inglés –construidos por su jardinero, un hombre de origen holandés– y el sector nuevo, que fue pensado por Thays, que incluyó la mencionada rosaleda y una extensa pérgola, sobre la calle Martín García.
El trabajo de recuperación del parque, a cargo de la ciudad, tiene un punto en común con la administración nacional: va de la mano con el proyecto de ampliación del Museo Histórico, que hoy carece de espacio para exhibir buena parte de su colección. “Por eso el proyecto se hizo en consulta con las autoridades del museo, además de la Comisión Nacional de Monumentos Históricos”, precisó Palastanga. El Lezama es desde 1997 monumento histórico nacional y no se le puede hace ninguna modificación a su fisonomía sin el visto bueno de esa comisión.
El trabajo de investigación, a cargo de la arquitecta Ana María Ricciardi, incluyó “la identificación, a través de fotografías de época, de las distintas especies de plantas que habían sido traídas desde Europa por Lezama, así como un relevamiento de las obras artísticas existentes”, explicó Ri-cciardi. También se calculó la altura y el ancho de la copa de cada árbol del parque.
Este trabajo permitió recuperar información relevante, aunque no toda va a ser utilizada en la reconstrucción. Por ejemplo, no estará la elegante confitería que construyó Thays en el centro del parque, a semejanza de la que edificó en el parque Tres de Febrero. Pero sí podrán rescatarse los grutescos, como se denomina a las barandas con forma de troncos, pero de cemento, que acompañaban los senderos del parque y los miradores situados en el sector alto, que fueron reemplazados por construcciones de otro estilo.
El archivo y los testimonios permitieron recuperar también parte de la historia del parque, como que fue escenario de festejos de fin de año y de los carnavales para el vecindario de San Telmo, un barrio que es la patria del candombe porteño. Todo ese patrimonio intangible estará reunido en un centro de interpretación, debajo de la terraza que comunica el parque con el museo. Allí también estará el centro de monitoreo desde donde se seguirán las imágenes generadas por las cámaras de seguridad.
Arriba, el patio tendrá un nuevo solado, de ladrillo prensado a máquina, como fue en su origen, y será apto para realizar muestras artísticas.
“El parque está ubicado en un sitio estratégico, que comunica con la Costanera Sur y el barrio de La Boca, y además es cabecera en el eje de la calle Defensa , que comunica con Plaza de Mayo”, destaca la arquitecta Ricciardi. Esa es una de las razones por las cuales se incorporará a un circuito de bicisenda en comunicación con la Reserva Ecológica y Caminito, pero que no ingresará al parque.
“El desafío del proyecto es armonizar los elementos que fueron emblemáticos para el parque con los nuevos usos: juegos para niños, integradores para chicos con otras capacidades, la calesita existente, un rincón de títeres y un solarium”, agrega la encargada del proyecto.
Los caminos internos, que en su origen fueron realizados con grava de río apisonada y hoy están sepultados o cubiertos de asfalto, van a recuperar su fisonomía original, salvo en la llamada Avenida de las Palmeras, de mayor tránsito, donde se instalarán los puestos para artesanos: allí el piso será de un concreto asfáltico biodegradable, un producto nuevo en el mercado que tiene aglutinantes sin solventes.
Como los caminos de grava no se adaptan al alto tránsito ni a usos exigentes, los autores del proyecto piensan prohibir la utilización de tablas de skate.
Los trabajos de recuperación demandarán 18 meses a partir del comienzo de la obra, previsto para el último trimestre de 2009. Como la idea es no cerrar el parque mientras se llevan a cabo los trabajos, se prevén tres etapas: la primera, en el sector de Brasil y Paseo Colón; la segunda, en el sector central, y la última, en la zona que da a la avenida Martín García.
La primera incluye la recuperación del anfiteatro, con su fuente (hoy desactivada) y el retorno de la reja y los portales, “que serán semejantes pero no una copia de los originales”, según Ricciardi, y que estarán emplazadas sobre una base de cemento de 70 centímetros . Aunque parece ser la propuesta más controvertida del proyecto –en algunos barrios los vecinos no quieren que enrejen sus parque– en este caso “apoyan la propuesta, ya que garantiza el cuidado del patrimonio”. La última etapa, en tanto, comprende la construcción de la rosaleda, la pérgola, los juegos y el solarium.
Durante las tres etapas se llevará a cabo la restauración de estatuas, copones y monumentos –algunos están enrejados, otros guardados en un depósito– y la recuperación de especies arbóreas, aunque “sería imposible volver a tener la cantidad con la que contó el parque en su origen”, aclaran los autores del proyecto.
Ver nota en www.pagina12.com.ar
BUENOS AIRES HERALD
No hay comentarios:
Publicar un comentario